martes, 3 de febrero de 2009

LOS CRISTIANOS Y LA GUERRA, Por Juan López Algarín

¿Quiénes son los verdaderos cristianos?
Jesús lo dijo en Juan 13:35: " En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí". Los verdaderos cristianos no se pelean entre sí. Cuando hay conflictos de guerra el verdadero cristiano no se inscriben en el ejército de su país para ir a matar a su hermano del otro país. Los verdaderos cristianos se mantienen neutrales en asuntos de política. Muchos han cifrado su esperanza en las iglesias, pensando que estas ayudarían a crear un mundo libre de guerras. Pero lo cierto es que han resultado ser una de las fuerzas más divisivas y belicosas de la historia. Por ejemplo, Frank P. Crozier, general de brigada británico durante la I Guerra Mundial, dijo: “Las iglesias cristianas son las mejores creadoras de actitudes sanguinarias que tenemos, y nos hemos servido bien de ellas”.
Por consiguiente, es fundamental que sepamos distinguir entre el cristianismo verdadero y el falso. Para ayudarnos, Jesús proporcionó una regla sencilla: “Por sus frutos los reconocerán... Leer más”. (Mateo 7:16.) Las palabras o la profesión de ciertas creencias no bastan. Para ilustrar esta idea, Steve Whysall, articulista del periódico Sun, de Vancouver (Canadá), comentó: “No todos los que llevan la ropa de trabajo manchada de grasa son mecánicos, aunque lo parezcan, [...] aunque digan: ‘Somos mecánicos". Aplicando su ilustración al cristianismo, Whysall pasa a decir: “Muchas veces oirá decir a la gente que esto o aquello se hizo en el nombre del cristianismo, y que fue horrible. Efectivamente, lo fue. [...] Pero ¿quién ha dicho que fuesen cristianos los que hicieron esas cosas tan horribles?
Pues lo dicen las iglesias oficiales —responde usted... De acuerdo, pero ¿quién ha dicho que las iglesias oficiales sean cristianas?” El Papa bendijo a Mussolini, y se sabe de las actuaciones indignas de otros papas en el pasado. Pero "¿quién ha dicho que fuesen cristianos?” ¿Piensa usted que porque un hombre sea el papa tiene que ser cristiano? Solo porque alguien diga "soy cristiano", no significa que lo sea, tal como el hombre que dice ser mecánico puede que no lo sea.” La Biblia hasta pone sobre aviso a los cristianos de los que se las dan de cristianos. [...] Ningún cristiano puede guerrear contra otro cristiano, sería como si un hombre luchase contra sí mismo.
Los cristianos verdaderos son hermanos y hermanas en Jesucristo. [...] Jamás se herirían unos a otros intencionadamente. De modo que hemos de aplicar la regla de Jesús y mirar los frutos que producen las iglesias. Pero ¿qué frutos? La Biblia indica uno en particular: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1Juan 3:10-12.)
En lugar de animar a que se ame al hermano, las iglesias han apoyado y hasta instado a la gente a matar a sus hermanos en la guerra. De esa forma se han convertido en instrumentos de Satanás el Diablo, tal como las religiones de los antiguos egipcios, asirios, babilonios y romanos. Jesucristo llamó a Satanás “el gobernante de este mundo...” y especificó lo siguiente respecto a los verdaderos cristianos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 12:31; 17:16; 2Corintios 4:4.) Sin embargo, las iglesias se han hecho parte integrante de este mundo.Es obvio, entonces, que Dios no está utilizando a las iglesias para cumplir su propósito de crear un mundo libre de guerras. A pesar de lo que digan los capellanes y otros representantes de las iglesias, Dios no toma partido en las guerras de las naciones.
Jesús dijo a sus seguidores que el mundo los reconocería por tener un amor que trasciende todo tipo de barreras, entre ellas las raciales y las nacionales. Dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros...”, y añadió: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:34,35; 15:12,13).Las enseñanzas de Jesús sobre el amor, respaldadas por su ejemplo, obraron un milagro en el siglo I. Sus seguidores imitaron al Amo y aprendieron a amarse de tal manera que se granjearon la atención y admiración de muchos. Tertuliano, escritor de los siglos II yIII E.C., citó los elogios que recibieron los seguidores de Jesús de los no cristianos: “Ved —dicen— cómo se aman entre sí. [...] Y cómo están dispuestos a morir unos por otros”.
En efecto, el apóstol Juan escribió: “Estamos obligados a entregar nuestras almas por nuestros hermanos...” (1Juan 3:16). Jesús incluso enseñó a sus seguidores a amar a sus enemigos (Mateo 5:43-45). ¿Qué sucede cuando las personas realmente aman a sus semejantes como enseñó Jesús? Reflexionando, obviamente, sobre dicha cuestión, un profesor de Ciencias Políticas formuló la siguiente pregunta en la revista The Christian Century: “¿Puede alguien imaginarse a Jesús lanzando granadas de mano contra sus enemigos, disparando una ametralladora o un lanzallamas, arrojando bombas nucleares o un ICBM [misil balístico intercontinental] que matarían o dejarían lisiados a millares de madres y niños?”.
El profesor contestó: “La pregunta es tan absurda que ni siquiera merece una respuesta”. Luego planteó la siguiente interrogación: “Si Jesús no hubiera podido hacerlo sin traicionarse a sí mismo, ¿cómo podemos hacerlo nosotros sin traicionarlo a él?”. No es de extrañar la postura neutral que adoptaron los primeros seguidores de Jesús, de la cual dan fehaciente testimonio los libros de historia. Veamos dos ejemplos.
Our World Through the Ages (Nuestro mundo a lo largo de los tiempos), de N. Platt y M.J. Drummond, dice: “El comportamiento de los cristianos era muy diferente del de los romanos. [...] Puesto que Cristo había predicado la paz, ellos rehusaban hacerse soldados...”. Y Edward Gibbon escribió en Historia de la decadencia y ruina del imperio romano: “[Los cristianos primitivos] se desentendían de terciar en la administración y en la defensa militar del imperio [...]; mas no cabía que los cristianos, sin quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse del carácter de militares.